Dar un paseo al atardecer entre las viejas máquinas, siguiendo los trazados de las vías y deteniéndose a observar las algunas de las construcciones, es una experiencia que recomiendo a todo el mundo.
El silencio, lo envuelve todo. Sólo el aire trae ecos entre los pinos que a veces podrían parecer que vienen del pasado.
Estar cerca de esas máquinas oxidadas y silenciosas es casi como pararse a ver el esqueleto de animales antediluvianos.
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